Porque ella realmente, no lo amaba.
Sólo era, como un pequeño salvavidas, por si alguna vez, su avión se estrellaba.
Muchos hombres le habían hecho daño, y por eso le gustaba, que uno, de entre un millón, le amase. Le habían dañado, gente sin nombre, y ella lo pagaba con quién menos lo merecía. Pero la vida es injusta y ella, era la que más lo sabía. Y así, le gustaba ver como él intentaba apartarla de su cabeza. Porque sabía, que para ella, él era sólo un muñeco sin nombre. Pero cada vez que lo intentaba, volvía a pasar otra con su mismo perfume. Haciéndole recordar a su enferma mente que viviría bajo aquella eterna condena siempre.
Muchos hombres le habían hecho daño, y por eso le gustaba, que uno, de entre un millón, le amase. Le habían dañado, gente sin nombre, y ella lo pagaba con quién menos lo merecía. Pero la vida es injusta y ella, era la que más lo sabía. Y así, le gustaba ver como él intentaba apartarla de su cabeza. Porque sabía, que para ella, él era sólo un muñeco sin nombre. Pero cada vez que lo intentaba, volvía a pasar otra con su mismo perfume. Haciéndole recordar a su enferma mente que viviría bajo aquella eterna condena siempre.